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César Aguiar (1943-2011)
Un fabricante de la profesión sociológica en el Uruguay

Jorge Lanzaro1

Celebramos a César Aguiar como una figura relevante de las ciencias sociales en el Uruguay, con una trayectoria en la que cabe identificar tres momentos: a) los procesos de renovación y las inauguraciones de la sociología de la segunda mitad de los años 1960; b) las estrategias de sobrevivencia de los años difíciles de la dictadura; y c) los desarrollos expansivos de la nueva etapa democrática, a partir de 1984.

Con gran cariño, Pancho Vernazza dice en una semblanza que César «era un petiso, gordito, sonriente y valiente». A más de esas expresiones, que pintan muy bien al personaje, se puede añadir que César era un intelectual de envergadura, de gran inteligencia, con un sentido del humor peculiar y una capacidad envidiable para salir al encuentro de los fenómenos corrientes y para traer al ruedo problemas relevantes de la política y la sociedad, en ángulos de abordaje frescos y estimulantes. Tenía una inquietud a veces desbordante, espíritu crítico y un buen regard sociologique para identificar problemas y plantear interrogantes, poner en relación dimensiones diversas y avanzar propuestas atrevidas. Le encantaba ser provocativo y provocador. y lo hacía con solvencia profesional y dosis variables de picardía, respaldado por bagajes teóricos y rigor metodológico. La fórmula con la que habitualmente se despedía —«divertite»— era una consigna para el interlocutor de turno pero también para él: una muestra de la manera como encaraba la vida y el trabajo, con la alegría que da la pasión por la búsqueda y la exposición del conocimiento, el afán de avanzar con preguntas fecundas y con no pocas respuestas, enganchado a los esfuerzos por dotarse de la organización y de los instrumentos, las alianzas y los equipos que esos propósitos exigen.

Con ese perfil, César fue por sobre todo uno de los fabricantes de la sociología profesional en el Uruguay: un fabricante de la profesión sociológica. La práctica de César Aguiar —en primera fila junto a los demás colegas de su generación— tuvo mucho de inaugural o en todo caso de fuerte renovación y de siembra: por la formación adquirida, por el tipo de ejercicio profesional, por las instituciones que contribuyó a crear y por sus trabajos de enseñanza e investigación, y se constituye en un referente para sus pares y para los estudiantes, dentro y fuera de nuestra comarca.

Breve rodeo hasta la década de 1960

El trayecto de la sociología uruguaya se remonta al siglo xix, con los anticipos precursores de Ángel Floro Costa y José Pedro Varela (Solari, 1964a, pp. 23-32).2 En la primera mitad del siglo xx hay exponentes de frontera, a caballo entre distintas disciplinas, como Alberto Zum Felde, Julio Martínez Lamas o Luis Caviglia.3

Sobre la década de 1950 —en la etapa de la sociología de las cátedras, como la caracterizó Carlos Filgueira— emergió un grupo de sociólogos-abogados, sociólogos-arquitectos, sociólogos-historiadores, cuya base de actividad estaba constituida por las cátedras de la asignatura en las facultades profesionales, «algunos de los cuales cumplieron un papel importante para consolidar el primer empuje modernizante de la sociología» (Filgueira, 1975, p. 10).

La fundación del Instituto de Ciencias Sociales en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales —la casa matriz de la sociología y de la ciencia política en el Uruguay— fue un estreno de institucionalización y creó un espacio especializado, que permitió internarse por el camino del desarrollo científico. Al comienzo, de la mano de su primer director, Isaac Ganón, que —según su par en la cátedra de Sociología (Solari, 1964b, p. 13)— «tendrá siempre el mérito de haber introducido el estudio científico y sistemático de la sociología en este país».4 Posteriormente, el ics funcionó con la conducción de Aldo Solari (1963-1967), quien generó otros impulsos, intensificó los vínculos con la comunidad académica internacional y tuvo una producción relevante (iniciada con la sociología rural pero con mayor interés por la sociología política, la sociología del desarrollo y la sociología de la educación (Solari, 1988, p. 23; Franco, 2001). Hacia mediados de la década del sesenta, el Instituto «alcanza las características de un centro, con mayores condiciones para la productividad científica» (Filgueira, 1988, p. 56).

En paralelo figuran las obras de Carlos Real de Azúa, autor polifacético como pocos, que transitó por varias disciplinas y tuvo un rol de fundador en la ciencia política, con tanta influencia que los que después «hemos intentado algo, nos nutrimos de él, en forma consciente o inconsciente» (Aguiar, 1987, pp. 88 y 95).

En esos años hay que registrar también las contribuciones de los Equipos del Bien Común (1948), liderados por Juan Pablo Terra, que dieron paso al claeh (1958); los trabajos de la cide (Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico, 1960-1967) —orquestados por Enrique Iglesias—; y otras iniciativas de organismos públicos, que animaron la investigación social y tuvieron efectos estimulantes para la economía y la sociología.

Un inventario exhaustivo, que escapa al propósito de esta evocación, llevaría a mencionar otros aportes, como los de Carlos Rama y Horacio Martorelli, el Seminario de Investigaciones Sociológicas de Dionisio Garmendia en la Facultad de Humanidades o los estudios de Germán Rama, que en aquella época ya era pionero en el campo de la educación y luego produjo algunos trabajos de referencia sobre la democracia y el sistema político en el Uruguay.5

El impulso de la profesionalización

Al llegar a los años de 1960, la sociología tenía pues cierto desarrollo en el Uruguay, aunque comparativamente menor al que había en países vecinos de la región y por obra de docentes e investigadores provenientes de otras disciplinas.6

En la segunda mitad de aquella década —que fue por mucho motivos una coyuntura crítica fermental— se produjo una inflexión importante, con la entrada en escena de profesionales especializados —formados en centros de América Latina y Europa— y merced a los consiguientes propósitos de reforma, que procuraban redefinir la institucionalización existente y consolidar la profesionalización.

César Aguiar se asoma a ese proceso desde el Centro Estudiantes de Derecho, donde despuntaron su chispa intelectual y sus astucias tácticas, en la actividad gremial y en los empeños de cambio que agitaban por entonces la Facultad de Derecho y la Universidad de la República.7

Antes y después, César Aguiar desarrolló una militancia cristiana —de cuadro intelectual y con alguna incursión política— en la atmósfera removedora del Concilio Vaticano II y en medio de la fragua ideológica y política del Uruguay de los 1960. Actuó por entonces en la Juventud Universitaria Católica y en Parroquia Universitaria, trabajó en el Secretariado de Pax Romana y colaboró con la revista Víspera, donde lucían las figuras notables de Héctor Borrat y Alberto Methol Ferré. Participó en la experiencia de la Comunidad de La Teja y en el mapu, la versión uruguaya del Movimiento de Acción Popular Unitaria, que ayudó a crear, pero del que se apartó hacia 1967. En 1971 se alistó con entusiasmo en la fundación del Frente Amplio y trabajó en el entorno del general Seregni.

Aunque nunca llegó a tener el título, César Aguiar fue uno de los más destacados integrantes de la primera generación de sociólogos que produjo la reforma del Instituto de Ciencias Sociales, radicado todavía en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Una reforma que hicimos en contrapunto con las gestiones y los protagonistas anteriores: ese contrapunto estuvo en parte atrapado por lógicas de ruptura exageradas, con ingredientes ideológicos radicalizados, enfoques partidarios y rivalidades personales, en medio de la polarización que en aquella época afectó seriamente a la Universidad y al país todo.8

Me tocó participar muy activamente en aquel proceso, como dirigente del Centro Estudiantes de Derecho, como miembro del Consejo de la Facultad de Derecho y hasta como integrante de un triunvirato interventor del ics, que tuvo corta vida. Creíamos que dar impulso al desarrollo de la sociología era positivo para renovar la disciplina —con nuevos perfiles científicos y profesionales— pero servía a la vez como un ariete importante para los cambios en la Universidad y en la propia Facultad de Derecho.

El ics estaba llamado a ser uno de los institutos centrales de la Universidad de la República, de acuerdo con las coordenadas del plan de Oscar Maggiolo —gran rector entre 1966 y 1972—, plan que era en buena medida una versión universitaria del desarrollismo predominante, al influjo de los libretos de la cepal y en paralelo a los programas de la cide.

Aunque cumplió en parte esa función, el ics no llegó a constituirse como instituto central (en rigor, esa aspiración no se concretó en ninguna de las ciencias básicas), pero fue el ámbito en el que se pudo avanzar para promover el desarrollo académico y la profesionalización de la sociología, en pasos que sirvieron de antecedente para la fundación de la Facultad de Ciencias Sociales, en la nueva etapa democrática (1989-1991).

Aquella peripecia reformista integraba a los flamantes profesionales de una nueva disciplina científica, que venían de prepararse en la flacso clásica de Santiago de Chile o en otras sedes universitarias y que tomaron el relevo, pasando a ser desde entonces los punteros del desarrollo de la sociología en el ámbito nacional. Me refiero a Carlos Filgueira, Alfredo Errandonea, Gerónimo De Sierra, a quienes se sumaron Liliana de Riz y Enrique Cárpena, gracias a un programa especial de la Universidad, destinado a acoger a los académicos argentinos que escapaban de la dictadura de Onganía.

La empresa incorporó a los noveles sociólogos que se iban formando en el país, alistándose inicialmente en los cuadros de aquel Instituto de Ciencias Sociales que nos empeñábamos en renovar. Allí figuraban algunos que hoy ya no están y varios que siguen en la brecha, dentro y fuera del Uruguay, entre otros: Rosario Aguirre, Gustavo Cosse, Luis Eduardo González, Jorge Mernies, José Luis Petrucelli, Graciela Pratt, Mercedes Quijano, Marcos Supervielle, Graciela Taglioretti, Danilo Veiga.

César Aguiar fue uno de los estudiantes más brillantes del Curso de Formación de Investigadores, organizado por el Instituto de Ciencias Sociales en 1968. En seguida —a partir de unos sonados concursos realizados en 1969-1970 (con un tribunal que, como signo del peso que tenía el neomarxismo en la época, estaba presidido por Marta Harnecker), César pasó a integrar el plantel de los noveles investigadores y profesores del ics, en plena tarea de reforma, participando en proyectos, en publicaciones y en la inauguración de la Licenciatura de Sociología. Ingresó como asistente (grado 2) y tuvo tiempo de mostrar su valía docente en el primer curso de la flamante carrera, realizado entre 1969 y 1974. Lo echaron en 1976, cuando se negó a firmar la Declaración de Fe Democrática, en la fórmula impuesta por la dictadura y aplicada por la intervención de la Universidad.

El ejercicio profesional en el ámbito privado

Los años de la dictadura fueron años difíciles y asimismo años de prueba, ya que sirvieron para abrir nuevos caminos de ejercicio profesional. Esto ocurrió básicamente fuera de la Universidad, con un eje que se corre de las instituciones públicas hacia los ámbitos de la sociedad civil. En concreto, se produjo como es sabido un desplazamiento hacia centros privados, muchos de ellos fundados en esa temporada, los cuales componen un mercado académico sujeto a una lógica competitiva exigente. Paradójicamente, lo que representaba un refugio en tiempos autoritarios, resultó ser un polo dinámico para el desarrollo de la sociología, claro que con coordenadas diferentes a las de la Universidad.

Tal como ha reseñado Norbert Lechner en sus escritos sobre Los patios interiores de la democracia, hubo a partir de esas circunstancias una creciente profesionalización académica de los intelectuales, con una tendencia a la especialización que se acelera —sobre todo en referencia a las funciones de investigación— al influjo de un cambio muy importante en las reglas de juego, en la disciplina de trabajo, en las problemáticas de estudio, en los enfoques teóricos y en las actitudes políticas (Lechner, 1988, pp. 29-31).

El movimiento de los académicos sin universidad hacia los ámbitos privados requiere por tanto de una reconversión, mediante un proceso de adaptación para ajustarse y de hecho recrear los parámetros de tales ámbitos. Dicha travesía se cruza con el establecimiento de muchos cientistas sociales en otros países. Va acompañado asimismo de un proceso de internacionalización, que anima los circuitos regionales (como el de clacso, Consejo Latino Americano de Ciencias Sociales, 1967) y genera intercambios más amplios, con centros de Europa y de Estados Unidos. Todo ello, con un régimen de producción científica y flujos de circulación que se intensifican, en buena medida gracias a los programas amparados por las mismas fundaciones extranjeras que anteriormente los universitarios solían repudiar.

Estos fenómenos —comunes en los países del sur de América Latina asolados por las dictaduras — se produjeron también en el Uruguay, merced al desarrollo de un conjunto de centros, ya existentes o nuevos que, por su propia naturaleza, tenían flexibilidad organizativa y lograron una capacidad de producción considerable, especialmente en el campo de la investigación y con algunos programas de enseñanza, como el organizó en esos tiempos el claeh (Filgueira, 1988, pp. 61-62).

Al lado de los otros cientistas sociales que lograron permanecer en el país, César Aguiar supo entonces afirmar su expertise profesional y se ocupó de gestar las entidades que en el nuevo escenario permitieron desarrollar los trabajos de la sociología, en la línea de los estudios de opinión pública y de mercado («vendiéndose al capitalismo»), pero asimismo mediante programas de perfil más académico, como los promovidos por clacso o las fundaciones internacionales.9

Desde mediados de los 1970 César trabajó en la agencia de publicidad Grey (dirigida por su gran amigo Pancho Vernazza), en una colaboración —esporádica y paralela a sus otras actividades de investigación aplicada— que duró hasta la década de 1990. En aquellos años, César formó con Gustavo Cosse el Centro de Estudios de Opinión Pública (ceop) —en el que trabajaron varios de los investigadores del Instituto de Ciencias Sociales—,10 cuya hazaña más destacada fue avisarle al general Seregni que, según sus encuestas, el Frente Amplio no ganaría las elecciones de 1971 en Montevideo, contrariando con ello las expectativas y el humor de la dirigencia y de los militantes de la flamante coalición de izquierda.11

Posteriormente (1974-1975), se creó el ciemur (Consultores de Investigación y Estudios de Mercado del Uruguay), antecedente directo y estructura hermana del ciedur, el cual se fundó a continuación y vino a sumarse al ciesu y al cinve. Como aclara el propio Aguiar (2016, pp. 6-13), ciesu era un centro de sociólogos y cinve un centro de economistas; el nuevo proyecto debía tener por tanto una diferenciación clara y fue concebido como un centro interdisciplinario, denominado precisamente Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo Uruguay. El ciedur —que según César fue «una experiencia decisiva que marcó mi vida profesional futura»— se integró con quienes venían de los ensayos precedentes y con otros socios, en un arco de profesiones que iba más allá de la sociología y confirmaba esa vocación fundacional.12

En 1976 César Aguiar inauguró Equipos Consultores, su centro de operaciones propio, donde desplegó a toda vela su performance de intelectual emprendedor: sus dotes de sociólogo profesional pero también su vena de empresario y su papel de animador y organizador de proyectos, siempre imaginativo, bastante caótico y algo desorganizado, pero certero. Equipos se convierte en puntero de la «burguesía nacional» de los análisis de mercado y en particular de los estudios de opinión pública, que hasta entonces solo una sucursal de Gallup hacía en el Uruguay. La labor de César Aguiar en este campo —por un tiempo en una yunta propicia con Luis Eduardo González, quien luego fundó su propia empresa (Cifra)— estuvo munida de espíritu pragmático, de rigor metodológico y también de abordajes teóricos renovadores, que lo consagran como un protagonista de nota en la investigación social aplicada.

Después de 1984 se levantaron las vedas universitarias y César se hizo un tiempo para volver a las funciones de enseñanza, en nuestro Instituto de Ciencia Política y en la Universidad Católica. Nos brindó un trabajo docente muy calificado y estimulante, particularmente en unos cursos de Metodología, en los que hacía gala de su capacidad para abrir puertas y abrir cabezas, mostrar el engranaje entre la formación académica y la sociología aplicada, explorar nuevas fronteras, poner en juego los desarrollos de las nuevas tecnologías de investigación.13

Pero sus desvelos siguieron dirigidos mayormente al ejercicio profesional, a través de las diversas actividades emprendidas por Equipos, en un contexto de desafíos más competitivos, ya que los centros privados se multiplicaron y perdieron el monopolio que había generado la intervención de la Universidad.

La restauración democrática trajo un ambiente más favorable para una combinatoria fecunda entre la consultoría, los estudios de mercado y los análisis de opinión pública, con encuestas que acompañaron desde el pique el retorno de los partidos y de las competencias electorales, abriendo un lugar que se ha vuelto permanente, en los medios de comunicación, para los actores sociales y entre los ciudadanos de a pie. César pudo entonces ampliar los horizontes de su quehacer profesional, con repercusiones importantes a nivel nacional, internándose en las comarcas vecinas y trabando vínculos internacionales. Lo hizo con un desempeño muy solvente, que le sirvió para asentar su prestigio personal y contribuyó a cultivar una línea de especialización que coloca al Uruguay en rangos altos entre los países de la región.

Una recopilación de trabajos relevantes, en un arco diversificado de materias

En ese recorrido de cuarenta años largos de actividad, al paso de su desarrollo profesional y de sus múltiples intervenciones públicas, César Aguiar se ocupó también de escribir, a partir de investigaciones, de ensayos y reflexiones o de simples notas, que dejaron un legado importante en los diversos campos temáticos en los que incursionó.

En este libro publicamos una selección de sus trabajos. La publicación constituye un merecido homenaje a su trayectoria y quiere ser una muestra panorámica de la inteligencia y hasta del fervor con el César se internaba en una variedad de terrenos, animado sobre todo por sus inquietudes acerca de la historia y el destino del Uruguay —particularmente, nuestra democracia, el sistema político, los partidos—, con preocupaciones intelectuales y políticas que fueron más allá del país y de la comarca latinoamericana. Esta recopilación es también una entrega valiosa para investigadores, estudiantes y otros lectores interesados, que van a encontrar aquí materiales de referencia para sus trabajos y argumentos para recorrer discusiones que han sido y siguen siendo relevantes.

Esta iniciativa tiene su petite histoire. La encaramos en vida de César, mediante una selección realizada por Ester Mancebo, para un eventual libro de la Colección La Torre de Babel, que editaba el Instituto de Ciencia Política con la Fundación de Cultura Universitaria. César no devolvió los materiales de esa selección, pero llegó a escribir un borrador para el prólogo que le habíamos pedido, que incluimos a continuación de estas páginas introductorias.

La iniciativa fue retomada luego del fallecimiento de César, a instancias de Cecilia Zaffaroni —quien participó muy activamente en la preparación de este libro— y llega a buen puerto gracias al aporte de la familia Aguiar y al apoyo técnico de Manuel Carballa y Alejandro Coto, que se encargaron del procesamiento editorial, tanto para la edición impresa como para la versión digital.

Se realizó para ello una nueva recolección de trabajos, esta vez a cargo de Rodrigo Ortiz de Taranco y Nicolás Portela, que cumplieron una tarea excelente de indagación y selección, que llevó más de un año, de la que dan cuenta en la nota que sigue al prólogo.

El libro está organizado en siete secciones temáticas, cada una de las cuales cuenta con una nota introductoria, cuyos autores se indican a continuación, todos ellos competentes en el tema respectivo e inspirados por un afecto personal e intelectual hacia César Aguiar: 1) Sistema político uruguayo, Jorge Lanzaro; 2) Opinión pública, Ignacio Zuasnabar; 3) Población y desarrollo, Mariana Paredes; 4) Estado y sociedad, Carlos Luján y María Ester Mancebo; 5) Investigación y metodología, Lucía Selios y Gustavo De Armas; 6) Iglesia y sociedad, Paul Dabezies; 7) Tendencias y horizontes, Diego Capandeguy y Thomas Sprechmann.

La mejor introducción es sin embargo el prólogo, apenas inconcluso, escrito por el propio Aguiar, una pieza valiosa, que sirve de puerta de entrada a los trabajos recopilados y es una reflexión expresiva sobre su derrotero intelectual, en lidia con problemas cruciales de la comunidad política uruguaya y, como dice César en el remate de esos apuntes, polemizando con adversarios selectos y discutiendo consigo mismo.

Referencias

Aguiar, César (1982). Uruguay: país de emigración. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental.

Aguiar, César (1987). «Notas sobre Real de Azúa y la Ciencia Política en el Uruguay». En: Vigencia de Carlos Real de Azúa. Montevideo: ciesu - Ediciones de la Banda Oriental.

Aguiar, César (2000): «La Historia y la historia: Opinión Pública y opinión pública en el Uruguay», Prisma, n.º 15, pp. 7-45.

Aguiar, César, y Cosse, Gustavo (2016). «La peripecia fundacional». En Alonso, José M. Barreira, Raquel, y Rocha, Ángel (coords.). Académicos sin Universidad. Los primeros veinte años de ciedur, edición digital. Montevideo: ciedur.

De Sierra, Gerónimo (2007). «Las ciencias sociales en Uruguay: un caso de desarrollo y profesionalización tardíos», pp. 339-391. En Trindade, Helgio (coord.). Las Ciencias Sociales en América Latina. México: Siglo xxi.

Filgueira, Carlos (1975). «25 años de sociología uruguaya», Cuadernos de ciesu, n.º 1, Montevideo.

Filgueira, Carlos (1988). En Los trabajos de la Sociología. Montevideo: ciesu - Ediciones de la Banda Oriental, pp. 43-71.

Lechner, Norbert (1988). Los patios interiores de la democracia. Santiago de Chile: flacso.

Solari, Aldo (1988). «Los trabajos de la Sociología». En Argenti, Gisela, et al. Estudios sobre la sociedad uruguaya, tomo 11. Montevideo: ciesu - Ediciones de la Banda Oriental (17-41).

Solari, Aldo (1964a). «Introducción a la historia de las Ciencias Sociales en el Uruguay». En Solari, Aldo. Estudios sobre la sociedad uruguaya, tomo 1, pp. 21-44. Montevideo: Arca.

Solari, Aldo (1964b). «La sociología y la sociedad uruguaya», Discurso al asumir en 1958 la Cátedra de Sociología en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, en Solari, Aldo. Estudios sobre la sociedad uruguaya, tomo I, pp. 13-20. Montevideo: Arca.