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La vigencia de Aguiar para la formación de investigadores y profesionales de las ciencias sociales

Lucía Selios1 y Gustavo De Armas2

Aguiar, el profesor

No trabajamos con César Aguiar en el campo profesional; no fue nuestro tutor y tampoco investigamos con él. Más de una vez, empero, tuvimos la suerte de escucharlo en alguna charla o seminario; en cualquier caso, apenas fuimos alumnos en sus cursos de posgrado en la Facultad de Ciencias Sociales hace ya unos cuantos años. En aquellas clases pudimos conocer a un hombre de honda preocupación por la disciplina y la metodología, un profesor provocativo e inquieto. Con una amplitud maravillosa ante nuestras propuestas; aun aquellas que sonaban más descabelladas le eran interesantes. A pesar de que luego no sirvieran, los estudiantes terminábamos por descubrirlo y de esa manera, queriéndolo o no, nos ayudaba a formarnos como investigadores.

Aguiar y las ciencias sociales

Aguiar manifestó siempre un amplio interés por las ciencias sociales, considerándolas con cierta libertad un dominio en el que conviven distintas disciplinas, a la vez específicas y emparentadas. Ese interés lo llevó a incursionar en la ciencia política (o la sociología política), examinando el comportamiento electoral, la demografía (por ejemplo, los últimos trabajos sobre población e inmigración) y los estudios sobre la estructura social.

Una segunda nota que definía su aproximación a las ciencias sociales era la preocupación por el vínculo entre la teoría y la evidencia. En ese sentido, recordamos que solía elogiar el tipo de ciencia política que se practicaba en nuestro país (contraponiéndola con la que se cultivaba en algunos países vecinos) por su apuesta a construir y acumular conocimiento teórico empíricamente fundado.

Finalmente, otro rasgo que lo caracterizaba era cierta dosis de pragmatismo metodológico, sin perjuicio de su rigor científico. Buena parte de su producción sobre metodología o la aplicación de las ciencias sociales que apuntaba a resolver problemas concretos (por ejemplo, la evaluación de programas o proyectos sociales). Esa producción fue la que compartió con sus colegas en la investigación aplicada y con sus alumnos a través de más de veinte años de cursos de grado y posgrado en el ámbito público y privado.

Aguiar y la reflexión sobre la investigación social

Como docente, era provocativo e inquieto. Una inquietud contagiosa y efervescente, que se apoyaba en un particular sentido del humor. Algunas de las ideas y preocupaciones que planteaba en sus clases referían a asuntos centrales, nunca completamente laudados o resueltos en las ciencias sociales y nos provocaba a:

  • repensar a qué le llamamos método, metodologíatécnicas de investigación; tener en cuenta esa preocupación por alcanzar acuerdos con relación a las formas que empleamos para referirnos a esas herramientas clave para nuestro desempeño como investigadores y profesionales; en palabras de Sartori, demarcar los conceptos de la propia metodología, disminuir la vaguedad y ambigüedad de estos.
  • ser cuidadosos al diferenciar el conocimiento científico del vulgar, así como especificar los argumentos, proveer los instrumentos y dispositivos operacionales que nos permitirán satisfacer con la mejor claridad posible los objetivos de una investigación, y luego sostener sus conclusiones frente al club3 (Aguiar, 2011, p. 88).
  • articular la enseñanza de la metodología a través de la experiencia, incorporando además la destreza en el manejo de nuevas técnicas y la informática. Específicamente nos llevaba a revalorizar el conocimiento aplicado, ese que genera información crucial para la toma de decisiones que a menudo serán cruciales para la ciudadanía y los gobernantes, los usuarios, beneficiarios o los clientes (p. 90). En un tiempo en que el conocimiento aplicado era casi inexistente en las currículas, nos convenció de incluir estas habilidades en la formación de los futuros estudiantes.

Finalmente, enfatizaba en que aprender realmente a investigar implica remangarse y ejecutar, aprender en el campo. No es posible una enseñanza teórica de los procedimientos y dificultades a los que se enfrenta un investigador. Tal como lo ilustraba en una anécdota que nos solía contar en clase:

Parece que en los años setenta había sido encargado a un equipo de profesionales, del que formaba parte Aguiar, la realización de una encuesta de hogares en Asunción del Paraguay. La primera dificultad a la que se enfrentó fue la inexistencia de marcos censales que permitieran elaborar una muestra aleatoria. Tratando de ganar tiempo, y de acumular algún conocimiento que pudiese resultar de utilidad, Aguiar se dedicó a relevar, leer y sintetizar todos los estudios e informes relacionados con su objeto de estudio. Así pasó los días mientras esperaba al responsable de la investigación. Una vez que el responsable arribó a la ciudad le preguntó a Aguiar qué tenía, qué había hecho; ante los avances que Aguiar le pudo mostrar (la exhaustiva y sistemática revisión bibliográfica), el coordinador del estudio le dijo: «Ven mañana temprano a buscarme al hotel en el que estoy quedando, y por favor consigue unos prismáticos y una hoja bien grande». Frente a este poco ortodoxo requerimiento Aguiar quedó un tanto perplejo (o al menos eso transmitía a sus estudiantes, acentuando magistralmente el suspenso sobre el desenlace de la historia), pero solo atisbó a cumplir el pedido. A la mañana siguiente, el coordinador del estudio y Aguiar se trasladaron a la azotea de uno de los edificios por entonces más altos de Asunción, se recostaron en el suelo —el primero con los prismáticos dispuesto al avistamiento y el segundo con esa hoja sábana y lápiz en la mano— y se dedicaron a contar techos y así, de modo artesanal pero a la postre efectivo, ir elaborando una suerte de marco que les permitiera elaborar la muestra que necesitaban.

Esta capacidad de resolver los temas con originalidad ilustra no solo la personalidad de Aguiar, sino también su inquietud. Por otro lado, fortalece el argumento de que el proceso de aprendizaje de esta parte artesanal de la investigación solo se aprende haciendo, aplicando, equivocándose y solucionando dificultades.

Para el final: otras valiosas enseñanzas

Por último, vale la pena detenerse un segundo en la única nota a pie de página que incluye aquel trabajo de Aguiar, en tanto expresa su forma llana, directa y dialogal de formar a los futuros profesionales de las ciencias sociales:

Aunque citaremos varios autores, que suponemos conocidos, prescindiremos de incluir las referencias correspondientes, la mayoría de las cuales son de pública notoriedad. Esta es la única nota al pie. La reflexión se basa en opiniones personales elaboradas a lo largo de algunos años de enseñanza y trabajo profesional en el tema, y preferí no utilizar cita alguna que, en última instancia, implica de alguna manera argumentos de autoridad —y en esa medida despreciables— en el sentido más clásico.

Con respecto a sí mismo, junto a su nombre, allí donde todos solemos poner nuestro título, cargo y distinciones más prestigiosas, él adjuntaba: «Exprofesor de Metodología y Teoría, jubilado, todavía practicante» (Aguiar, 2011, p. 82).

Referencias

Aguiar, César (2011). «Estructura y enseñanza de la metodología: una propuesta en cuatro “cajas”», Crítica Contemporánea. Revista de Teoría Política, n.° 1, noviembre.

Kuhn, Thomas S. (1971) [1962]. La estructura de las revoluciones científicas. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica.

Sartori, Giovanni (1984). La política. Lógica y métodos en las ciencias sociales. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica.