Muy difícil es calibrar el valor de la persona y los aportes de César Aguiar sin tener en cuenta su condición de cristiano. y ante todo de cristiano comprometido con su tiempo y con su Iglesia. Es lo que revelan los trabajos presentados en esta sección.
César pertenece a una familia en que la vida de la fe y la participación en la comunidad católica son una realidad de todos los días, con una notoria visibilidad en su padre, conocido periodista y animador de la organización de los periodistas católicos en América Latina y el mundo. y vive su juventud en una época de grandes transformaciones en la Iglesia, expresada sobre todo en el acontecimiento más removedor de la época contemporánea, el concilio ecuménico Vaticano II (1962-1965).
En los años sesenta milita en la Juventud Universitaria Católica (juc), uno de los movimientos que en nuestra Iglesia uruguaya prepararon y protagonizaron la renovación, sobre todo en la época del episcopado del arzobispo Carlos Parteli (1966-1985). Allí se congregó y formó una generación de jóvenes católicos que fueron protagonistas de la apertura e inserción crítica de la Iglesia uruguaya en una sociedad que hasta entonces la había visto vivir como paralela a su acontecer.
La inclinación y posterior dedicación de César Aguiar a las ciencias sociales se combinó con esa línea, tanto en la actividad universitaria como profesional y cultural y aun política. y se potenció en una gran red latinoamericana de experiencias de la misma índole y sensibilidad, que tuvieron su visibilidad máxima en la II Conferencia General del Episcopado, en Medellín, 1968. Con un bagaje teórico y de experiencia que nunca dejó de enriquecerse, César fue un referente en su comunidad, continuamente consultado e invitado cuando se necesitaba ajustar el conocimiento de la realidad nacional para ir redefiniendo y adaptando la misión cristiana.
Los trabajos que incluye esta sección muestran a ese Aguiar atento a los distintos momentos de la evolución del catolicismo nacional como latinoamericano, los desafíos que se le presentan, siempre desde una apuesta por la transformación, sensible sobre todo a la situación de los pobres y la lucha por la justicia.
El primero de estos textos es justamente de 1968, publicado en la revista Víspera, de cuyo nacimiento y redacción participó, dirigida a estudiantes, profesionales e intelectuales de todo el continente. En ese año emblemático se realiza la Conferencia de los Obispos latinoamericanos en Medellín para implementar la recepción, en estas tierras, del Vaticano II. Un mes antes, Víspera publica un largo informe a muchas voces dedicado al camino recorrido antes por el Consejo Episcopal Latinoamericano (celam) y a las expectativas y perspectivas de la Conferencia. Allí, César Aguiar publica «Las puertas abiertas», un muy completo informe sobre el recorrido del celam desde su creación (Río de Janeiro, 1955) hasta ese momento.
Se trata de un escrito típico de César, por varias razones: la abundancia y seriedad de la información, la capacidad de análisis y de puesta en perspectiva de toda ella, y una lectura de esos trece años del órgano episcopal inserta en el proceso contemporáneo del continente. Ello permitía aquilatar la dimensión de la cita de Medellín en toda su dimensión. Se trata de un material que hoy, a cincuenta años de aquel acontecimiento, mantiene toda su vigencia para quienes deseen conocerlo.
Siguen luego, en esta recopilación, una serie de artículos escritos para la revista digital Carta Obsur, todos en 2011, que sería el año de su muerte, sobre el trabajo de la Iglesia en el campo universitario y más ampliamente de la cultura (pastoral universitaria y de la cultura). Debí decir sobre la ausencia de un trabajo eclesial serio, organizado y metódico en esos campos.
César fue uno de los fundadores, con real entusiasmo, de esa publicación en el mismo 2011 y, además de su impulso y contribución fundamental al pensar cada edición, tomó esta cuestión sobre los desafíos que a la misión de la Iglesia plantea el medio universitario cultural como su primer aporte. Más allá de la pertinencia de la temática, el emprendimiento global de la revista significó otro intento de los muchos que ideó e impulsó para crear espacios de reflexión, expresión y discusión de los católicos y católicas comprometidos en diversas áreas de nuestra sociedad, siempre en la perspectiva de la transformación.
Se trata de unas áreas que él consideraba claves para una presencia significativa de los católicos en la vida del país. Su propia experiencia, en los años de participación en la juc, de una fuerte militancia en el gremialismo universitario y práctica del cogobierno, así como su actividad universitaria y científica posterior, daban autoridad a su preocupación como a su diagnóstico y propuestas. Hay que decir que, a pesar de ello, su llamado de atención no ha tenido por ahora mayor eco en las instancias de planificación y decisión de la Iglesia.
Pienso que los textos retenidos en esta sección nos restituyen una imagen concreta del César Aguiar cristiano, no solo compartiendo como tal las vicisitudes de nuestro pueblo y aportando a la construcción común desde su disciplina, sino testimoniando que el rigor intelectual y la vida comprometida son más que compatibles, exigidos por el seguimiento de Jesús y la pertenencia a la comunidad eclesial.
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Presbítero de la Arquidiócesis de Montevideo. Doctor en Teología por la Facultad de Teología del Institut Catholique de Paris y Profesor Emérito de la Facultad de Teología del Uruguay. Asesor del Equipo para América Latina y el Caribe del Movimiento Internacional de Intelectuales Católicos (miic-Pax Romana).