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Dinámica electoral y sistema de partidos:
notas para la constitución de un «programa de investigación científica»1

I. Introducción

1. Este artículo se propone sugerir que el estudio de la dinámica electoral y del sistema de partidos en el Uruguay puede constituir el núcleo central de un programa de investigación científica (pic) —en el sentido lakatasiano—2 que sirva de base a la constitución y al desarrollo de la ciencia política en el país. El término ciencia política se usa aquí en un sentido específico, en el que debe considerarse sinónimo de sociología política.

2. En esa perspectiva, el trabajo se propone desarrollar sus argumentos en tres pasos. En primer lugar, se discuten algunas ideas sobre la situación actual de la ciencia política en el país, y se postula la necesidad de programas de investigación científica específicos que articulen los esfuerzos de los escasos investigadores en torno a problemas comunes. En segundo lugar se sugiere específicamente la proposición de que el análisis del sistema de partidos y la dinámica electoral configuran un núcleo de temas aptos para fundar un programa de investigación científica que permita enfrentar adecuadamente los problemas de crecimiento de la investigación en ciencia política. En tercer lugar, finalmente, se sugieren un conjunto de hipótesis básicas y estrategias de investigación que —según nuestra opinión— pueden constituir las bases de ese programa.

II. Las perspectivas de la investigación en ciencia política

1. Todo análisis de cualquier campo específico de las ciencias sociales en el Uruguay debiera comenzar por un reconocimiento de la modestia de las realizaciones efectivas. En ciencias sociales, el Uruguay carece de tradición y de investigación acumulativa, aun cuando en los últimos años ha dado un importante salto en cantidad. Probablemente, en ciencia política se ha avanzado algo más que en otras áreas: de hecho, los estudios de ciencia política concentran hoy por hoy una porción sustancial de los outputs del sistema científico-técnico en ciencias sociales.

2. Hasta 1970, la situación de la ciencia política en el país debía considerarse lastimosa. La Cátedra de Ciencia Política de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales —con la honrosa excepción del Dr. Alfredo M. Errandonea— ignoró olímpicamente que las ciencias, al fin y al cabo, implican investigación, y dedicó sus esfuerzos a la difusión tardía de cosas conocidas tiempo atrás en Francia o Estados Unidos. En el conjunto del panorama de la materia solo podrían anotarse como elementos positivos: las primeras contribuciones de Aldo Solari, Carlos Real de Azúa o Germán Rama, algunos estudios de investigadores extranjeros y el acceso del propio Real de Azúa a la Cátedra de Ciencia Política en la Facultad de Ciencias Económicas.

3. Será en la década de los setenta, y especialmente después de 1973, cuando el campo en cuestión comenzará a adquirir alguna madurez. A los trabajos de Solari, Rama y Real de Azúa se agregan nuevos intentos de este último, propiamente fundacionales desde el punto de vista teórico, y aparece una importante cantidad de nuevos autores, nacionales o extranjeros, que generan algo así como una masa crítica de hipótesis e información: Filgueira, Martorelli, Gonzales Ferrer, Rial, Cosse, Romeo Pérez, De Sierra, Graseras o Franco, entre los nacionales, y Biles, McDonald, Berenson, Weinstein, Kauffman, Handelman, Puhle o Gillespie entre los extranjeros. La creación de cursos de Sociología y Ciencia Política en el Centro Latinoamericano de Economía Humana, los cursos de especialización en el Centro de Información y Estudios del Uruguay, y el hecho de que buena parte de los egresados de esos cursos se orienten al área política sugiere la existencia de un embrión efectivo, cuyas posibilidades de desarrollo no pueden ignorarse.

4. Cuáles serán las perspectivas de desarrollo futuro de ese embrión. Es difícil predecirlo. Sin embargo, puede afirmarse sin demasiados riesgos que el desarrollo dependerá en buena medida de dos conjuntos de factores: en primer lugar, las demandas que las situaciones derivadas de la probable apertura democrática plantearán a las ciencias sociales en general; en segundo lugar, las estrategias asumidas por los propios científicos, dependientes, a su vez, de sus recursos, expectativas, preferencias y valores. De la interacción de ambos elementos —demandas y estrategias— surgirá como resultante un perfil que probablemente dará cuenta de la ciencia política nacional durante un tiempo muy largo. Al proponer ideas para un PIC colectivo intentamos contribuir a definir esas estrategias, en la medida en que nos parece bastante difícil influir sobre las demandas.

5. Pensamos que el perfil en cuestión puede caracterizarse —y evaluarse— al menos en base a tres grandes ejes o variables. En primer lugar, desde el ángulo de las orientaciones o estilos de construcción de teoría: en un extremo, caracterizaremos una orientación o estilo de construcción de teoría como dogmática cuando un presupuesto básico sea que en el estado actual de conocimientos en ciencia política existe una y solo una teoría capaz de organizar el conjunto del conocimiento; en el otro extremo, diremos que un estilo es abierto cuando se admite que en el estado actual de conocimientos en ciencia política no es posible encontrar una teoría que dé cuenta adecuada del conjunto de problemas y que, por el contrario, la construcción de teorías es el camino adecuado en el desarrollo de la ciencia. En segundo lugar, desde el ángulo de la base empírica caracterizaremos, en un extremo, una orientación retórica cuando el énfasis está puesto en la capacidad de persuadir de la verdad de las afirmaciones expresadas, con independencia de la base de datos con que pueda validarse; en el otro extremo, hablaremos de una orientación empírica cuando el énfasis se pone en la corroboración, ajuste, contrastación y corrección colectiva de resultados.3 En tercer lugar, y finalmente, un tercer eje clasifica a los estilos científicos en función de los usos del conocimiento: en un extremo es posible caracterizar una orientación como aplicada cuando el problema crítico en torno al cual se la evalúa es el grado en el que reduce el riesgo de decisiones orientadas a la acción, mientras en el otro extremo podemos hablar de una orientación sustantiva4 cuando la calidad de la investigación se evalúa por su capacidad de reproducir «fotográficamente» la realidad. El cuadro 1 resume las principales alternativas de perfil resultantes del cruce de los tres criterios.5

Cuadro 1. Perfiles alternativos de desarrollo de las ciencias sociales

6. Dado el objeto de este artículo, nos permitimos aquí explicitar nuestra preferencia por algunos de los perfiles indicados, sin preocuparnos de justificarlas en detalle. En orden, nuestras preferencias son las siguientes: (3,7), 4; cualesquiera de los perfiles restantes nos parecen poco atractivos —apenas pueden serlo para algunos, como fuente de empleo—. En síntesis: preferimos un estilo de ciencia abierta y empírica, y nos es indiferente si esta ciencia es sustantiva o aplicada.

En hipótesis, al menos cinco factores determinan la viabilidad de los diversos perfiles. El primero de ellos es la razón docencia/investigación: dados los niveles de por sí bajos de la investigación hoy existente, el crecimiento de la razón docencia/investigación se asocia a un predominio de enfoques dogmáticosretóricos — por lo que solo es posible una docencia abierta y empírica si se parte de un nivel dado de investigación, bastante más alto que el actual. La segunda es la razón entre investigación básica e investigación aplicada: en hipótesis, cuanto más alta esta razón, más sustantivo y dogmático el estilo. La tercera clave refiere al grado de pluralismo institucional y a la distribución del poder académico: cuanto mayores, mayor la probabilidad de un estilo abierto y empírico.

La cuarta clave refiere al grado de aislamiento de sistema científico internacional: a mayor el aislamiento, mayor el nivel dogmático y retórico. Finalmente, un quinto factor refiere al aislamiento entre el sistema científico y los decision makers: a mayor el aislamiento, mayor la probabilidad de una orientación dogmática, un enfoque retórico y un uso sustantivo.

De tal forma, si elegimos un estilo de desarrollo científico abierto y empírico, la estrategia más adecuada de los propios científicos sociales ligados al desarrollo de la ciencia política pasa por asegurar un nivel mínimo de investigación, minimizar la razón docencia/investigación, minimizar la razón investigación básica/investigación aplicada, minimizar el pluralismo institucional y la distribución del poder, aumentar la vinculación con el sistema científico internacional y la integración entre el sistema científico nacional y los diversos tipos de decision makers.6

III. Por qué «dinámica electoral y sistema de partidos»

1. El estudio de la dinámica electoral y del sistema de partidos puede, en nuestra opinión, configurar el núcleo de un PIC orientado a construir un perfil de ciencia política del tipo buscado. Por tres razones básicas: implica un campo de problemas que sólo puede abordarse desde una óptica abierta en materia de construcción de teoría; implica un campo de problemas que es ineludiblemente empírico; implica un campo de problemas en el que el estilo puede variar perfectamente desde un uso sustantivo —siempre ex post al momento electoral— a un uso aplicado —siempre ex ante—. Para analizar con mayor detalle el punto conviene explicitar en mayor medida los problemas implicados en el tema.

2. Los estudios de dinámica electoral y sistema de partidos constituyen un campo clásico de la ciencia política a nivel internacional. Desde los muy antiguos estudios de geografía electoral hasta las discusiones contemporáneas sobre la articulación de clivajes y los sistemas de partidos ha pasado un tiempo significativo, en el que la problemática del tema se ha mostrado resistente frente a cualquier intento simplificador, ilustrando en forma convincente la debilidad de los grandes sistemas teóricos de las ciencias sociales cuando se enfrentan a la necesidad de indagar subsistemas sociales en forma más o menos profunda y convincente.

Como indica Simón Schwartzman7 en un artículo que incluye una síntesis particularmente adecuada, la sociología electoral —y podríamos agregar nosotros, la referida a los sistemas de partidos— reconoce un origen común en posturas ingenuamente representacionalistas: todas ellas suponen, más allá de sus diferencias, que el comportamiento electoral, los sistemas electorales y los sistemas de partidos son función de factores exógenos al sistema político y, más propiamente, de factores propios de la base, el sistema social o la condición social de los electores, votantes o adherentes. Los enfoques representacionalistas más cuidados de sí mismos incorporan a la explicación de marcos legales o institucionales, o diluyen las pretensiones teóricas en perspectivas más o menos historicistas, pero acaban —al fin— coincidiendo en que el subsistema electoral y el sistema de partidos son siempre resultado, efectos, de factores configurados en sistemas exógenos, en un grado tal en el que los componentes intrínsecos del propio subsistema electoral o de partidos aparecen como mera apariencia, residuales, intervinientes o coadyuvantes, según las diversas perspectivas teóricas y el grado en el que el analista esté dispuesto a hacer concesiones a las perspectivas en boga.

A la fecha, sin embargo, los enfoques representacionalistas parecen encontrarse en una crisis profunda, al menos por tres razones diversas. En primer lugar, aun cuando en todos los casos las correlaciones entre características de base o sociales y comportamiento electoral sugieren la efectiva existencia de mecanismos de representación, lo cierto es también se encuentra regularmente que las correlaciones no son nunca lo suficientemente fuertes como para otorgar al representacionalismo el carácter de un modelo explicativo suficientemente fuerte. En segundo lugar, porque aun esas correlaciones medianamente fuertes son susceptibles, en algunos casos, de una interpretación no representacional, en la que la adhesión a un partido o la opción por una alternativa electoral es resultante del éxito del partido en cuestión en captar una nueva franja de población por una operación que tiene algo de marketing político. En tercer lugar, y finalmente, porque existe hoy por hoy razonable evidencia de que la dinámica electoral y el sistema de partidos, como —más en general— la dinámica de las relaciones entre Estado y sociedad no pueden explicarse satisfactoriamente si no se incorporan en la explicación, con un rol muchas veces central, factores que inciden desde el Estado hacia la sociedad y que expresan la estrategia de los titulares de burós, anillos burocráticos y otros elencos intraestatales en búsqueda de maximizar su permanencia en el poder o el monto total de poder disponible. Es posible que el representacionalismo dé cuenta en forma razonablemente adecuada de los procesos de tipo sociedad (clase) – Estado (partido) en la forma en que se manifestaron en los países capitalistas avanzados de democratización temprana. Es ingenuo, sin embargo, creer que hoy por hoy pueda constituirse en una teoría razonablemente general.

De esta forma, el estudio de la dinámica electoral y de los sistemas de partidos conlleva en forma casi necesaria a una perspectiva abierta, de construcción de teoría. Esta perspectiva abierta no necesariamente debe interpretarse en términos de una teoría de alcance medio —al estilo mertoniano— pero por cierto implica reconocer el carácter insatisfactorio de las actuales teorías pretendidamente generales.

3. Parece obvio que los estudios sobre dinámica de partidos y sistemas electorales se vinculan casi ineludiblemente con un estilo empírico de evaluación de las proposiciones. y también en este aspecto se han producido desarrollos que hacen prácticamente inevitable que las discusiones teóricas deban ser zanjadas en referencia a problemas de la base empírica.

Cuarenta años atrás, en los tiempos de los estudios de sociología electoral, el investigador disponía de dos grandes grupos de datos: los resultados electorales y ciertas características sociales de las circunscripciones electorales. Con base en ellos, ya podían bajarse a un plano empírico múltiples discusiones de tipo teórico propias del enfoque representacional.

Hoy, sin embargo, la situación es aún más rica. Por supuesto, continúan existiendo los dos conjuntos de información antes mencionados, pero existen en mayor cantidad: se dispone de series históricas de resultados electorales, se dispone de mucha mayor información sobre las características de las circunscripciones, y se pueden intentar comparaciones internacionales que permiten evaluar en un marco más amplio los resultados de una única elección aislada en un país cualquiera. Pero además se dispone de mayor información, con base en el inmenso desarrollo de las técnicas de survey aplicadas a la opinión y el comportamiento político tanto de electores como de potenciales elegidos, y se comienza a disponer de técnicas razonablemente validadas para estudiar los comportamientos parlamentarios, las coaliciones partidarias y el discurso político electoral. Parece claro que si en algunos aspectos los investigadores pueden subrayar la falta de información como elemento para postergar la evaluación de algunas proposiciones, en cualquier caso su situación es incomparablemente mejor que en otros tiempos y —sobre todo— incomparablemente mejor a la de otros investigadores en otros campos de la ciencia política.

Queda por indicar, finalmente, que a la par de la expansión significativa de la información empírica, también se han expandido significativamente los modelos matemáticos aptos para el tratamiento de la información, y se ha democratizado el acceso a equipos y programas que permitan un tratamiento eficiente. Por cierto que, en este campo como prácticamente en todos, es posible discutir fuertemente las implicaciones teóricas de los modelos matemáticos y estadísticos disponibles para el tratamiento de la información,8 pero también es cierto que la propia discusión está llena de consecuencias sustantivas con miras al desarrollo de teoría y al propio desarrollo del instrumental matemático y estadístico.

4. Finalmente, resulta claro que el estudio de la dinámica electoral y sistema de partidos pueden tener usos sustantivos y aplicados y que es poco dable imaginar otros campos en los que la pluralidad de usos sea tan visible, y —por otra parte— tan innecesario intentar ilustrarla con detalle.

Los usos sustantivos de la investigación sobre el tema resultan claros en las numerosas investigaciones y tesis que sobre el punto han proliferado en Uruguay en los últimos años. Algunas de ellas han ilustrado un uso sustantivo concentrado específicamente en la dinámica del sistema de partidos y los resultados electorales. Otros, en cambio, hemos intentado que la investigación sustantiva sobre este tipo de problemas sirva como punto de referencia para la discusión más general sobre ciertas características generales del sistema político y —aun— de la sociedad uruguaya.

Los usos aplicados son también claros, y es un síntoma saludable respecto al sistema político la inmensa generalización que ha existido en estos usos aplicados en los últimos dos o tres años. Hasta ahora ligados a la opinión publica, la predicción electoral o el trazado de estrategias político-partidarias, los usos aplicados de este campo de investigaciones tienen, sin embargo, posibilidades de más envergadura. No es la menor, por cierto, el estudio orientado a sugerir alternativas de reforma electoral que permitan superar los límites que el sistema vigente implica para el desarrollo democrático del país. Pero pueden indicarse otros que también tienen importancia y atractivo intelectual, como los dirigidos a evaluar la aceptación y la viabilidad de las coaliciones partidarias o las posibilidades de adopción de políticas en instancias parlamentarias.

5. De esta forma, el estudio sobre la dinámica electoral y el sistema de partidos reúne una triple condición que lo hace particularmente atractivo con vistas a constituir un campo de trabajo colectivo que permita desarrollar la ciencia política en el país: requiere un enfoque teórico abierto que permite poner en juego las grandes concepciones teóricas de las ciencias sociales y que exige ajustarlas en relación con las características específicas de los países atrasados; implica necesariamente una referencia empírica e impide una deformación académica en que simplemente se evalúen las teorías en términos retóricos; finalmente, permite una gama muy amplia de usos, incluyendo potencialmente usos aplicados que le aseguran una potencial utilidad colectiva. Con estas tres condiciones parece claro que el campo en cuestión es potencialmente fértil, y que el desarrollo de un pic con miras a fertilizarlo es una tarea atractiva.

IV. Hacia la constitución de un programa de investigación científica

1. Fundamentadas, por una parte, la necesidad de un pic y, por otra, la plausibilidad del tema en cuestión para constituir el núcleo de ese pic, queda por sugerir las grandes líneas de la problemática a enfrentar, las bases empíricas en torno a la cuales acotarlas y lo que llamaremos los marcos de referencia que el PIC debe asumir. Con franqueza digamos que nos resulta más relevante obtener aceptación colectiva respecto a la necesidad del pic y la plausibilidad del tema propuesto que respecto a los puntos que sugerimos en este apartado. Pero parece claro que no basta con señalar aquella importancia y esa plausibilidad, sino que se requiere avanzar en la propia constitución del pic.

2. En otros trabajos9 hemos sugerido que el sistema de partidos y la dinámica electoral uruguayos se caracterizaba, al menos, por cinco grandes rasgos: elevado nivel de participación, bipartidismo fragmentario, autonomía y determinación «multiclivática», legitimidad retributiva y doble escena. Esos rasgos se remitían a ciertas características generales de desarrollo del país señalados en trabajos anteriores: dualidad de primacías, modernización trunca, ruptura entre las clases populares urbanas y grupos sociales rurales, incapacidad representacional del Estado e inconvertibilidad electoral de las adhesiones clasistas. El conjunto de esos rasgos determinaba una situación estructural de crisis hegemónica y, en el plano subjetivo de los actores políticos, determinaba parámetros de un cálculo en el que el primero que innova arriesga a perder. En este trabajo nos remitimos a los trabajos anteriores para la discusión de las diversas características generales del desarrollo del país y nos limitamos a sugerir cómo podría desarrollarse la investigación en torno a los cinco rasgos específicos anotados para caracterizar la dinámica electoral y el sistema de partidos.

3. Una característica central del sistema electoral uruguayo es su alto nivel de participación. En términos internacionales, como se ha dicho, el porcentaje de participación electoral es un verdadero récord internacional para sistemas poliárquicos. Las causas de ese nivel, en hipótesis, se remiten a tres grandes grupos de factores: el nivel de modernización temprana y general del país, la creciente competitividad del sistema partidario a niveles nacionales y locales y las funciones no políticas de los partidos y del conjunto del aparato estatal. Un programa de investigación en torno al punto debiera elucidar tres puntos críticos: en primer lugar, el grado en el que los tres factores antedichos explican efectivamente el fenómeno, y la medida en que lo explica cada uno; en segundo lugar, las diferenciales de participación en diversos grupos de población; finalmente, la conexión entre la participación electoral, otras modalidades de participación política y el conjunto de los mecanismos y modalidades de participación social.

4. El bipartidismo fragmentario ha concentrado en buena medida la atención de muchos investigadores, pero sin que hasta la fecha se alcance consenso sobre la caracterización del fenómeno ni —mucho menos— sobre las causas que lo explican ni sus perspectivas futuras. Las caracterizaciones se orientan en tres perspectivas: aquellas que niegan la realidad del bipartidismo y afirman que en realidad el sistema de partidos uruguayos es multipartidista, y aquellas que sugieren la existencia de un sistema bipartidista particularísimo, del tipo del que intenta dar cuenta al incluir el calificativo fragmentario. Las discusiones sobre las causas se orientan, también, en tres perspectivas: las que refieren a factores estructurales ligados a la modernización del país, las que parten de la base de suponer que el sistema de partidos tradicionales tiene una efectiva capacidad de satisfacer necesidades estructurales vigentes y las que otorgan prioridad explicativa a la legislación de partidos y a los parámetros que esta impone para el cálculo político. Las consideraciones sobre perspectivas, finalmente, varían entre aquellas que les aseguran continuidad a aquellas que pronostican su desaparición. En cualquier caso existe consenso en que, sobre el bipartidismo fragmentario tenemos aún mucho que aprender. Un programa de investigación sobre el tema debiera incluir una discusión sobre la génesis del sistema y sus funciones actuales —que pueden, obviamente, no ser idénticas—, un análisis detallado de la incidencia de la legislación electoral, un estudio de la constitución de los grupos y alianzas de líderes políticos que, en última instancia, otorgan realidad al sistema y, finalmente, un análisis de la articulación de los partidos en diversos niveles del sistema político nacional local, burocrático, parlamentario, etcétera. La disponibilidad de hipótesis más adecuadas sobre estos diversos aspectos probablemente permitiría discutir más seriamente las perspectivas del bipartidismo fragmentario y proponer proyectos de reforma del sistema electoral ajustado a las necesidades y posibilidades del país.

5. En los últimos años se ha discutido bastante sobre la autonomía del sistema político y la determinación multiclivática del comportamiento electoral y de la adhesión partidaria. Aun cuando en la discusión no se ha superado una etapa relativamente descriptiva. Parece claro que igualmente se cuenta con una serie de hipótesis básicas a partir de las cuales trabajar. De acuerdo al estado de la cuestión, la determinación multiclivática resulta del juego de una multiplicidad de clivajes sociales y políticos que, para las instancias electorales, adquieren una articulación particular, resultante de la interacción de movimientos y mecanismos representacionales —por una parte— y movimientos y mecanismos de cooptación —por otra—: los primeros expresan una dinámica que va de la sociedad al Estado, mientras los segundos reflejan la inversa. En lo referente al sistema electoral, el juego de los clivajes determinaría en primera instancia la configuración de contextos o niveles dentro de los cuales se dan comportamientos electorales diversos. Para un contexto dado, entran luego a jugar factores sociales como la edad, la educación, la ocupación, la clase social, el lugar de nacimiento o el sexo, factores que determinan una función que aún no ha sido tipificada. Un programa de investigación científica en este campo debiera avanzar primero en la caracterización de los clivajes, definirlos con precisión y evaluar su significación empírica. En segunda instancia debiera orientarse a construir modelos explicativos que permitan estudiar la articulación de los diversos clivajes y determinar funciones que expliquen el comportamiento de los actores a partir de aquella articulación. En hipótesis, la disponibilidad de esas funciones permitiría evaluar, con mayor detalle, las tendencias de cambio del sistema de partidos.

6. Menor atención se ha dedicado a estudiar el fenómeno de los sistemas de legitimidad. Existe una abundancia de trabajos sobre el fenómeno del clientelismo, pero son bastante menos los que indagan sobre otros mecanismos de retribución existentes. Los estudios disponibles sugieren que en los últimos veinticinco años se ha desplazado el mix de legitimidad dominante en el sistema político, adquiriendo una importancia particularmente grande las pautas de legitimidad retributiva, en sus versiones particularista o sectorial. Seguramente, las causas de este fenómeno —que no han sido indagadas— se refieren a la constitución del aparato estatal uruguayo, a las funciones no políticas de los partidos y a la generalización de un estancamiento de largo plazo en la sociedad uruguaya, pero sabemos poco sobre el tema. En el corto plazo, probablemente, el predominio de sistemas de legitimidad retributiva determinará el proceso electoral y el conjunto del proceso político. Un programa de investigación científica sobre el tema debiera, en primer lugar, caracterizar adecuadamente el problema: cuáles son las pautas de legitimidad existentes en la sociedad uruguaya, cómo se distribuyen entre diversos grupos sociales, cómo determinan el comportamiento electoral, la adhesión partidaria y la participación social? Igualmente, ese programa debería discutir las perspectivas de los sistemas de legitimidad y evaluar las restricciones que implican para la acción de los actores políticos. Finalmente, el programa debiera proporcionar elementos para evaluar estrategias que se propongan actuar sobre los propios sistemas de legitimidad, fortaleciendo aquellos componentes que orientan a una legitimidad racional-legal de origen.

7. Finalmente, el sistema político uruguayo se ha caracterizado hasta 1973 por la permanencia creciente de una doble escena, compuesta por tiempos electoralestiempos interelectorales, definidos por diversas articulaciones de clivajes: en los primeros, una determinada combinación de clivajes en la que pierden relevancia los clivajes clasistas, otorga titularidad del poder público a partidos y personas resultantes de un evento electoral; en los segundos, otra determinada combinación de clivajes, en la que predominan los clivajes clasistas y sectoriales, pone en cuestión las políticas públicas implementadas desde el centro de poder estatal. Ambos factores ponen en cuestión la estabilidad del proceso político. El problema está razonablemente caracterizado aun cuando —obviamente— pueda discutirse. Pero un programa de investigación científica sobre el tema debiera otorgarle atención prioritaria, si aspira a contribuir al proceso de consolidación democrática: de hecho, es poco pensable que esta consolidación sea estable si se mantiene un juego de doble escena. ¿Cómo se constituye un proceso político integrado? En hipótesis, allí juegan un rol esencial el sistema parlamentario, la capacidad del aparato estatal de implementar políticas efectivas y, fundamentalmente, la capacidad de aparato estatal de recibir efectivamente demandas sociales y darles respuesta en forma estable. y aquí, ya, nuestro programa de investigación científica sobre sistemas de partidos y dinámica electoral alcanza sus propios límites y nos remite a nuevos temas, seguramente tanto o más importantes.

8. Para dar respuesta a los problemas planteados, un programa de investigación científica requiere consenso sobre las bases de información a utilizar y sobre los marcos de referencia colectiva que orientarán el programa. En el caso de la dinámica electoral y el sistema de partidos, felizmente, existe una base de información relativamente amplia y sobre la cual existen pocas dudas: información pública, de tipo secundario y agregado. Adicionalmente, es sencillo completar esa base con otras fuentes más o menos primarias: encuestas de opinión y actitudes políticas, encuestas a políticos, actas parlamentarias, información secundaria sobre carreras políticas. Pero dudamos que exista otro campo de investigación en ciencia política donde sean tan pequeñas las restricciones derivadas de la disponibilidad de información y recursos técnicos para tratarla.

Queda, finalmente, explicitar algunos marcos de referencia que puedan servir de base a la definición del programa; llamamos aquí marcos de referencia a aquellos otros programas de investigación a los que nuestro programa deberá estar atento, con vistas a mejorar la calidad de sus resultados en los tres ejes antes indicados —orientación teórica, criterios de corroboración y usos.

Parece claro, en primer lugar, que el primer marco de referencia necesario es la discusión internacional sobre sistemas electorales y partidarios: la calidad de nuestro programa dependerá esencialmente de su capacidad de incorporarse a esta discusión crecientemente desarrollada y fecunda en sus implicaciones para la discusión sobre el futuro de los regímenes democráticos.

Un segundo marco de referencia es, claramente, la discusión regional sobre los procesos de recuperación democrática en los Estados autoritarios del Cono Sur de América Latina: la discusión sobre la dinámica electoral y el sistema de partidos ha constituido parte esencial de la discusión más general sobre la apertura en Brasil, y parece claro que los aspectos referentes a la participación, a la legitimidad retributiva, a la capacidad del sistema político de integrar y responder efectivamente a demandas sociales, al rol del Parlamento en la consolidación democrática y a la determinación y autonomía del conjunto del sistema político constituyen parte esencial de la discusión actual sobre el futuro de la apertura democrática argentina.

Y el tercer marco de referencia debiera ser el de la discusión más general sobre la participación social y las relaciones Estado-sociedad en el futuro del país. Deplorablemente, esta tercera referencia es más vidriosa, porque esos temas no han sido analizados en el país, al menos con la seriedad suficiente como para constituirse en la base de un eventual programa de investigación científica especifico. (De donde surge un elemento ilustrativo adicional que muestra el grado alcanzado en los estudios sobre dinámica electoral y sistema de partidos, y la efectiva probabilidad de encontrar aquí un núcleo que sirva de base fundacional a un programa de investigación).